La frase



“Tan real como una fragancia”.
Jorge Drexler, Eco.



martes, junio 8

"[...] y hasta aquí los deportes... ¡País de Mierda!"

A Garzón lo mataron por hablar mal de lo que no se podía hablar, por criticar a los paramilitares, por ir en contra de los puestos a dedocracia, por decirle putas a las FARC, por nombrar algunos actos de las primeras damas. A Garzón lo mataron por ser Néstor Elí, Inti de la Hoz, John Lenin, Wiliam Garra, Godofredo Cínico Caspa, Dioselina Tibaná y Heriberto de la Calle. De Garzón queda un monumento en Bogotá y algunos videos en YouTube, nada más.

Yo, por mi parte, me limito a unirme a la frase de José Eusebio Caro: "La nación suicida podrá regenerarse y ser feliz". El problema es que no nos dijo cuándo y quién sería el redentor. Sólo tenemos la esperanza de que llegará algún día porque hasta el momento no ha aparecido... ¿O sí? ¿Lo habrán matado como a Garzón?

HIDEPUTA... Era Garzón.

sábado, junio 5

A la muestra: ...

A ustedes, lectores, les presento el objeto más tecnológico conocido hasta el momento: LIBRO, BOOK, LIVRE, LIVRO o como le quieran llamar.




martes, junio 1

Lágrimas de azúcar


Me dijeron que el aguacate se come con sal, la sopa con ají y el mango con limón. Que los villancicos sólo se cantan en diciembre, que el niño Dios premia a los buenos y que mi Ratón Pérez unas veces venía de Bogotá, otras de la pieza del lado.

Me adiestraron en el arte de coger mangos, guayabas, naranjas, mandarinas y todas las demás frutas que crecen en estas tierras. Me cogían de la bicicleta para que no me fuera a caer; en ocasiones me soltaron para que me cayera. Me indujeron a la literatura, a la escritura y al dibujo.

Me contaron que no todos son buenos, que la ciudad es peligrosa, que las cosas ya no son como antes y que no debía montar sola en bus.

Me explicaron que no podía responderles mal a los profesores y que por momentos era mejor callarse. Me mostraron que muchas veces se pierde y que cuando se gana, el triunfo es pasajero.

Lo que mis papás nunca me explicaron es que la gente no aprende, que en Colombia no existe la memoria, que aquí los únicos muertos que duelen son los propios. No me enseñaron cuál era la diferencia entre el silencio y la ignorancia; no me mostraron dónde termina la pasión y dónde empieza lo razonable.

Tampoco me dijeron que podía perder el sentido en un concierto, que los paisajes colombianos son asombrosos y múltiples, que creería en el cambio, que sonreiría con la sonrisa de otra persona y que hacer el amor me dejaría extática.

Ellos nunca pudieron decirme que los sueños se confunden con la realidad, que las lágrimas saben a sal, que el mar es misterioso y que un buen hombre... lo necesario. No me lo dijeron porque querían que yo fuera la niña que soy, creando mi propio mundo con ilusiones y probando lágrimas de azúcar.