"¿Usted es de los Calle de dónde?". Típica pregunta de abuelita. Esa respuesta no me la sé pero sí sé que los Atehortúa, los Hincapié, los Londoño y los Grisales son de Santa Elena y son las familias más emblemáticas del Desfile de Silleteros.
Cuando era pequeña, me gustaban más las silletas que tenían dibujos, relieves y que parecían un libro para pintar ya coloreado. Nunca entendí que mi mamá disfrutara más con las silletas que tenían ramos y ramos pero ningún dibujo. Para mí, eran sólo flores puestas en cualquier lugar sin motivo alguno. Si no había dibujos, no me interesaban. Esas silletas tradicionales y monumentales eran las que más me aburrían con esa cantidad de ramos puestos al azar.
Casi diez años después entiendo el gusto de mi mamá, de mi abuela y de mis tías y, extrañamente, lo comparto. Gladiolos, orquídeas, margaritas, girasoles, violetas, rosas y tantas flores más hacen de esas categorías las más impactantes. No son flores puestas al azar sino calculadamente ordenadas para que el amarillo, el morado, el rojo, el blanco, el verde y hasta el azul se puedan combinar con "armonía", como dicen los locutores del 53° Desfile de Silleteros.
Las silletas se hacen en Santa Elena, un corregimiento del Valle del Aburrá. La tradición nació porque los adultos de ese lugar bajaban a la famosa Plaza de Flores, más conocida como placita, a ofrecer el producto que ellos mismos sembraban y recolectaban.
La silleta era la mejor manera de trasportar tantos ramos de flores sin tener que hacer más de un viaje. No importaba si todo pesaba 100 kilos, lo importante era llegar con las flores buenas y frescas.
Hoy los medios de transporte facilitan la venta de este producto. Sin embargo, las silletas se convirtieron en una tradición. Los abuelos y padres que siempre han participado en el Desfile de Silleteros le enseñan a la nueva generación cómo hacer las silletas y a recibir a quienes entren en sus casas para verlas. Luego, les dicen las tácticas para cargar tanto peso durante aproximadamente 30 cuadras. Después, viene la experiencia de cargar una silleta de hasta 2,5 m, a las 3 de la tarde, mientras los termómetros marcan 33 grados centígrados. La última lección es que pese al esfuerzo, no siempre estarán en los primeros puestos, así su silleta sea completamente hermosa, como las de este año.
No sé cómo hacen para cargar tanto peso durante tanto tiempo y con ese calor insoportable que caracteriza a Medellín. Discovery debería tener un programa que contara los secretos de cargar silletas, pero no lo tiene. Por eso, seguiré viendo el desfile que a tantos les parece una estupidez por el simple hecho de ser tradicional. La tradición no es tonta por el hecho de ser de masas, tonto es quien se deja cegar por ella y cae en regionalismos. Tonto es el que no sabe aceptar de dónde viene y quisiera haber tenido otra 'cultura'. Ésta es una tradición estéticamente bonita que vale la pena ver de vez en vez.