Las siguientes son dos conversaciones reales a las cuales no les ha añadido o suprimido nada. De verdad sucedieron y sucedieron así.
1: San Diego es horrible. Entrar a ese parqueadero es lo peor que existe.
2: No me insulte a San Diego que ahí venden buenas cosas.
1: No mamá, no diga eso. Eso se está volviendo un centro comercial de guascas.
3: Los otros centros comerciales de Medellín también se están llenando de guascas. Ese como que es el nuevo divertimento del pueblo. El otro día que fui a ese nuevo, Santafé, me quedé impresionado. No vi a nadie que fuera como uno.
1: Eso está pasando, de verdad.
3: No, no, no, no. Todo el popular está yendo a los centros comerciales. Ellos se deberían quedar en sus comunas más bien. De verdad que no había nadie como uno.
1: En estos días me pasó una cosa horrible. Pasé por una casa y me olió a comida de pobre, maluquísimo.
2: ¿Cómo así que a comida de pobre? ¿A qué huele eso pues?
1: ¿Nunca ha olido eso? Es horrible. Como que compran la lengua, el estómago o no sé qué del cerdo o de la res y aparte de todo lo cocinan. Entonces eso empieza a oler muy maluco. Fo, es horrible.
3: Sí, yo también reconozco ese olor. Es tremendo. Ahora el olor a pobre, ¡ES PEOR!
2: ¿Cómo vas a decir eso? Cuando vaya a tocar la puerta a San Pedro, su Jesús dará la orden expresa de que usted no puede pasar por estos comentarios tan elitistas.
3: No. Jesús sabe que no son elitistas, es la verdad, cruel, pero verdad al fin y al cabo.
2: Jajajaja siga con eso y verá que su Jesús no la recibe.
3: Claro que me recibe. Él sabe que lo que yo digo es verdad porque a él le tocó muy duro y él también reconoce el olor a pobre y a comida de pobre.